Las personas en todas las épocas han sido sensibles a los riesgos que les amenazan. Conforme el grado de civilización y la calidad de vida aumentaron el número de riesgos y su magnitud se incrementaba progresivamente.
En la actualidad nadie desconoce estar sometido a un conjunto de riesgos. ¿Cuál es la conducta que adoptamos frente esta percepción? La conducta humana adopta distintas posiciones ante el riesgo, desde mostrarse indiferente (o inactivo) frente al mismo y sus consecuencias, es decir la autoasunción del mismo, hasta la más lógica y prudente que consiste en la prevención, mediante la cual se tiende a disminuir las consecuencias de los riesgos, neutralizando sus efectos y aminorando los daños.
Un modo de prevenir acontecimientos desfavorables es el ahorro, si bien para que sea efectivo se requiere mucho tiempo, ya que se desconoce la cantidad de dinero precisa para afrontar las pérdidas, la posibilidad de interrupción del negocio.
También por medio del denominado autoseguro es posible afrontar el riesgo. La propia persona, física o jurídica, afronta con su propio patrimonio las posibles consecuencias de los hechos. Será necesaria una gran capacidad financiera y una excelente organización y planificación del fondo económico creado para ello.
Pero la alternativa más coherente para afrontar el riesgo la conforma el seguro, que permite a quien sufre una pérdida compensar sus consecuencias económicas sin necesidad de haber acumulado y retirado una gran parte de su patrimonio. Para afrontar tales eventos el Asegurador dispone de un fondo económico compuesto por multitud de aportaciones (primas) realizadas por sus Asegurados. Así, mediante el pago de una prima se ha transferido al Asegurador el riesgo que acechaba al Asegurado.